Si piensas en veneno cuando piensas en Agatha Christie, estás muerto. Cuarenta y uno de sus novelas policíacas (6O% de su producción literaria) contienen venenos. Lo sé, no porque las haya leído, de hecho no he leído ninguna de sus novelas, sino porque me lo dijo quien más sabe de Agatha Christie. Mi curiosidad pudo mas que mi pasión por las novelas policiales y fui a la búsqueda de datos concretos.
Sin dudas que Christie tenía una imaginación poderosa y algo tortuosa también, ya que tenía un interés muy particular por las sustancias fatales.
Eunice Bonow Bardell explora el dispensario mortal de la Dama, basándose en las experiencias de la vida real de Christie con la medicina y la guerra.
Aunque Christie no fue entrenada formalmente como farmacéutica, llega al mundo de los productos farmacéuticos como enfermera voluntaria durante la Primera Guerra Mundial. Mientras servía en el Hospital Torquay de la Cruz Roja se entrenó en el trabajo y completó un examen que la convirtió en el equivalente de una auxiliar de farmacia. Christie reanudó sus funciones en la farmacia durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que tenía miles de horas de trabajo como dispensadora de medicamentos y fórmulas.
La joven Christie tuvo la idea de escribir una historia de detectives durante el tiempo de inactividad en la farmacia del hospital. Seguramente su fuente extraordinaria de inspiración fueron los venenos que la rodeaban en el dispensario, sustancias como la estricnina, que se prescribían en esa época para las enfermedades del corazón. Lanzada al aire o rociada en la comida o la bebida, la estricnina puede causar insuficiencia respiratoria, espasmos musculares y muerte.
«Es evidente que Agatha Christie consultó para escribir sus novelas los libros de referencia farmacéutica y médicos del dispensario», señala Bardell.
En muchos de sus libros, el funcionamiento del veneno en sí se convierte en puntos de la trama, como cuando en su primer libro «El misterioso caso de Styles», el inspector Poirot debe llegar al fondo de una muerte lenta por envenenamiento. La novela fue revisada por los editores de The Pharmaceutical Journal, algo que sin dudas debe haber deleitado a la autora.
Como Kathryn Harkup escribe en su libro «A Is for Arsenic: The Poisons of Agatha Christie» (A es por Arsénico: Los venenos de Agatha Christie), las experiencias de la vida real de Christie la hicieron testigo de muchos y variados accidentes farmacéuticos y de situaciones peligrosas o poco placenteras.
Se cuenta que Christie salvó la vida de un paciente destruyendo una formulación incorrecta antes de que llegara a sus manos. Estas experiencias aparentemente afilan su capacidad para imaginar el peor de los casos, las muertes espantosas y el asesinato con venenos.
A medida que sus libros se hicieron cada vez más populares, Christie deja su trabajo de farmacéutica y se centra en los misteriosos venenos.
Bardell cita a Christie diciendo que «Dispensar medicamentos fue interesante por un tiempo, pero monótono».
Por suerte, la Dama no encontró la escritura de novelas como algo monótono y aburrido, ni dejó de suministrar la muerte química durante su prodigiosa carrera.
Para Techi, mi entrañable amiga y compañera de libros y cafecitos.