El sueño de la inmortalidad: ¿podremos descargar en una máquina nuestra mente?
El movimiento transhumanista indaga en las posibilidades de alcanzar la inmortalidad a través de la transferencia de la mente de una persona. ¿Cuán posible resulta, según la ciencia?
a Transferencia Mental (Mind Uploading, en inglés) es el acto de transferir la mente de una persona de su cuerpo biológico original a otro sustrato, que puede ser también biológico, o bien robótico o digital.
Esta propuesta se enmarca en el movimiento transhumanista y tiene como objetivo final la inmortalidad personal, más allá de la duración temporal del cuerpo biológico.
El Mind Uploading es una propuesta que se presenta principalmente como tecnológica, pero que, en realidad, tiene implicaciones a muchos otros niveles: antropológico, cultural, político. Por lo que requiere una reflexión profunda.
Lo que les voy a contar es dónde estamos parados con esto, cuál es en la actualidad la posibilidad real de realización y su deseabilidad, sin pretender dar respuestas finales, sino más bien suscitar preguntas.
La fascinación por el concepto de inmortalidad siempre ronda a los seres humanos. Pero lo que parece ser para algunos aún más emocionante es la idea de utilizar la tecnología para hacer de la inmortalidad una aplicación del mundo real.
El movimiento transhumanista entiende que es posible el uso de la tecnología disponible para trascender los límites de las capacidades corporales y mentales humanas normales para que, al asociarla al conocimiento científico, sea posible que los humanos se fusionen con las máquinas como una forma de erradicar la vejez como causa de muerte.
¿PODREMOS REALMENTE EVADIR LA MUERTE?
En la icónica serie de televisión Star Trek: The Next Generation (G. Roddenberry) se plantea la idea de cargar los sentimientos, los recuerdos y las experiencias de una persona en una máquina, una utopía que se continuó explorando en muchas obras de ficción y de no ficción.
En la novela de ciencia ficción Klara y el sol, Kazuo Ishiguro (premio Nobel) indaga en lo que nos hace humanos. La madre de la protagonista (que posiblemente muera) planea suplantarla por un robot.
Hoy nos ha llegado el momento de preguntarnos qué ocurriría si la Transferencia Mental (Mind Uploading) se convirtiera en una realidad, como lo son en la actualidad los robots, las impresoras 3D, los smartphones y los automóviles sin conductor.
¿QUÉ ES LA TRANSFERENCIA MENTAL?
La Transferencia Mental describe el proceso hipotético de separar la conciencia de un individuo (emociones, procesos de pensamiento, experiencias y todo lo que hace a una persona única) para convertirla en un formato digital que pueda ser transferido a un sustrato diferente, por ejemplo, a una máquina.
El proceso incorpora diferentes pasos: copiar, transferir y preservar la mente, para, finalmente, emular todo el cerebro; lo que se conoce como WBE (Whole Brain Emulation)
¿Cómo funciona para obtener la información del cerebro? El cerebro humano realiza regularmente procesos muy complejos con alrededor de 86 mil millones de neuronas que funcionan conectadas en redes.
Obtener datos de todo el circuito del cerebro no es una tarea fácil si consideramos que en un milímetro cúbico de corteza cerebral hay unas 27 mil neuronas y mil millones de conexiones mediante sus sinapsis. Esto es mucha información, lo que requiere una enorme capacidad de almacenamiento. Para algunos, replicar en su totalidad el cerebro de un individuo requeriría, primero, diseccionarlo.
Sin embargo, los defensores de la Transferencia Mental afirman que los escáneres cerebrales no invasivos pueden proporcionar suficiente resolución como para “copiar” el cerebro de una persona en vida. Una vez que se obtiene la información completa almacenada en el cerebro, se obtendría un conectoma, un mapa completo de la conectividad espacial, generado a partir de un increíblemente preciso escaneo de las neuronas y las sinapsis.
El argumento más potente de quienes favorecen esta idea es que “somos nuestro conectoma”
Sin embargo, hasta la fecha, el único conectoma completo que se conoce es el de un gusano (Caenorhabditis elegans) que tiene solo 302 neuronas y unas siete mil conexiones sinápticas. La cartografía del cerebro del gusanito se reprodujo como software y se lo instaló en un robot Lego que fue capaz de realizar las mismas acciones sensoriales y movimientos motores que el modelo biológico (proyecto OpenWorm).
La investigación que permitió comprender las vías neuronales del gusano duró 12 años. La construcción de un conectoma humano es claramente un proceso mucho más complicado.
Determinar la ubicación precisa, el rastreo y la catalogación de las proyecciones de los 85 mil millones de neuronas del cerebro humano es un reto titánico que podría extenderse por generaciones. En 2009 se lanzó el Proyecto Conectoma Humano, un esfuerzo ambicioso de tiempo, colaboraciones y dinero para mapear y describir de forma minuciosa y detallada las vías neuronales que subyacen a las funciones del cerebro.
Otro método propuesto para obtener información del cerebro es a través de una interfaz cerebro-computadora (BCI, siglas en inglés). Ya existen dispositivos implantados que pueden traducir algunos tipos de información neuronal en comandos capaces de controlar softwares o hardwares externos, como un brazo robótico. Sin embargo, las BCI modernas están muy poco relacionadas con las BCI teóricas que serían necesarias para permitirnos transferir estados cerebrales a un medio digital.
Para lograr “cargar la mente”, las BCI necesitarían de una tecnología similar a la del escaneo cerebral actual. Y aquí podemos introducir la audaz teoría del cerebro cuántico, que propone que para descargar la conciencia sería necesario escanear los cerebros humanos a nivel de partículas cuánticas.
PRESERVAR LOS TEJIDOS
Otra manera de obtener una copia del cerebro consiste en preservar el tejido, otro gran desafío.
Ya es bastante cotidiano el criopreservar esperma u óvulos, para alargar la maternidad o la criopreservación de embriones fecundados. También se puede criogenizar un tejido para evitar al máximo su deterioro. Y, por fin, llegamos a la criogenización que nos interesa: la del cuerpo humano. O la del cerebro.
Hay empresas (en EE.UU., Rusia o Portugal) que se dedican a esto. En teoría, en un futuro, cuando la tecnología del conectoma humano esté completamente desarrollada, la conciencia de estos cerebros congeladísimos se podría recuperar. De hecho, no hay nada certero en tales técnicas criónicas y aún se desconoce si podrían dañar el cerebro sin posibilidad de reparación.
Para mantener realmente la estructura exacta de todo el conectoma, se necesita un método de preservación en el que cada neurona y cada una de sus conexiones sinápticas se mantengan en su lugar, un requisito que debe tener éxito 85 billones de veces para un ser humano individual.
Si, de hecho, eres tu conectoma, definido por todos tus recuerdos y esencias impresas en su estructura, entonces eres esencialmente tú quien se conserva. Tu yo conectómico. En teoría, la posibilidad de escapar de la muerte.
Quienes defienden la preservación sostienen que no solo se trata de las estructuras físicas del cerebro, sino también de la memoria misma, contenida dentro de esas estructuras. Hasta la actualidad, no hay ningún método eficiente, y los que están en curso conllevan conflictos éticos y sociales.
Una vez que se mapea toda la actividad neuronal y el conectoma estaría listo, el siguiente paso sería digitalizarlo. Según Paul Reber (Northwestern University), “la capacidad de almacenamiento de memoria del cerebro humano podría rondar los 2,5 petabytes. Esto es mucho almacenamiento al que hay que agregarle una arquitectura informática en la que se pueda reconstruir el cerebro en forma de código computable”.
No solo eso, un cerebro adulto al despertar genera 20 vatios de corriente continua, tanto como una bombilla de luz muy tenue, por lo que se necesitaría “casi una central nuclear completa para hacer funcionar una computadora que hace lo que hace nuestra computadora” (Tom Bartol, Instituto Salk).
Una vez que el cerebro artificial está listo, la “mente” se puede cargar en una simulación: un mundo virtual, como el metaverso o una red de cerebros artificiales conectados entre sí. Para los transhumanistas, la mente se puede cargar en un robot humanoide, como el personaje de Klara en la novela de Ishiguro.
Sin embargo, si la conciencia se carga como una mente independiente del sustrato y si se considera que el sustrato es consciente, entonces también deberá existir en un lugar y poder interactuar con las cosas. Esto requiere de una realidad virtual que sea idéntica a la “realidad real” que experimenta cada ser humano, desde disfrutar de un dulce hasta sentir el dolor. Esto demanda aún más capacidad de almacenamiento.
ESCEPTICISMO Y ESPECULACIONES
Se mantienen las dudas sobre el éxito de los métodos de congelación para la conservación del cerebro, así como de los métodos para recuperar la información almacenada y replicar la mente humana.
Estudiar cómo cambia el conectoma a medida que nuestros cerebros maduran es fundamental para conocer el desarrollo del cerebro, el aprendizaje y la memoria, y comparar si el patrón de conexiones neuronales en cada cerebro humano es único. Tener un conectoma por sí solo no es una condición suficiente para simular un sistema nervioso, y menos un ser humano con sus emociones, experiencias, creencias y sesgos.
Aun alcanzando el aspecto técnico de la emulación de todo el cerebro, ¿seguiremos siendo nosotros mismos?
La transferencia de la conciencia tiene el potencial de cambiar la vida humana para siempre, con todo el impacto ético y social que esto implica para la humanidad toda.
Por ahora, científicos, investigadores y empresas tecnológicas trabajan para que la transferencia mental se convierta en una realidad.
Tanto los que sostienen un optimismo futurista en la transferencia mental como los que estudian el conectoma con fines básicos o clínicos ven en el conectoma un sentimiento consistente: tiene el potencial de impactar en nuestro futuro de maneras desconocidas, pero sin dudas que serán significativas.
“San Junipero”, un capítulo de la serie Black Mirror (dirección: Owen Harris; guión: Charlie Brooker), es un mundo virtual, una base de datos masiva en la nube a la que se le puede cargar la conciencia de las personas, lo que garantiza la inmortalidad virtual de los muertos.
La historia une a Yorkie, que nunca pudo vivir una vida real, con Kelly, quien no acepta, por inhumano, el concepto de virtualmente engañar a la muerte. Una mirada inteligente a la extraña paradoja del cerebro copiado y pegado.
Cualquiera sea el resultado y la reacción de la sociedad a la transferencia de la conciencia, solo el futuro podrá decirlo.
Ilustración de Leticia Gotlibowski
Artículo publicado en el Suplemento Número Cero de La Voz del Interior (Córdoba, Argentina) Viernes, 12 de mayo de 2023