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Proust y el efecto madeleine

Rosa

¿Escuchaste alguna vez lo que es experimentar una «magdalena de Proust»?

¿Sabes porque hay olores y sabores que nos traen recuerdos que teníamos olvidados?

¿Es posible remontar los recuerdos del  pasado a través de los olores? ¿Desde que edad?

El conocido novelista francés Marcel Proust (1871-1922) tuvo una relación muy especial con la explicación científica de estos recuerdos involuntarios de  sabores u olores de la niñez.

Proust es muy conocido por la calidad literaria de sus obras, pero también  por motivar a los científicos a estudiar  los recuerdos involuntarios, aquellos que sin proponérnoslo son evocados después de experimentar estímulos al azar.

La famosa «magdalena de Proust» explica la experiencia de uno de los personajes literarios del escritor que, cierto día, abrumado por la tristeza, prueba una magdalena humedecida en té y se siente transportado a los veranos de su infancia.

El célebre fragmento pertenece a la obra «Por el camino de Swann», la primera parte de la serie «En busca del tiempo perdido», que contiene siete novelas publicadas entre 1913 y 1927.

A través del narrador omnipresente, Proust logra transmitir en gran detalle no solo lo que se percibe, sino también lo que se recuerda y los vínculos repetidos y constantes entre la percepción y la memoria.

¿Cómo un estímulo olfativo activa la memoria?

Para lograr captar las señales químicas del ambiente, es de vital importancia el sentido del olfato, ya que nos permite captar las sustancias dispersas en el aire y al percibir estas señales, desarrollar conductas tendientes a lograr la supervivencia, como son el encontrar fuentes de alimento y habitat, así como conseguir la interacción social y la reproducción.

En los mamíferos estas señales químicas son recibidas por dos sistemas olfatorios diferentes: el sistema olfatorio principal y el sistema olfatorio accesorio o vomeronasal.

Desde un punto de vista convencional, el sistema olfatorio principal es el responsable de la detección de odorantes volátiles comunes mientras que el sistema olfatorio accesorio respondería a las feromonas involucradas en la comunicación social, esto último no tiene un aval científico firme en humanos.

El descubrimiento de Richard Axel y Linda Buck en 1991 (Premio Nobel 2004) de la familia de receptores olfatorios y la organización del sistema olfatorio en roedores, fue un hito en el entendimiento de la función olfatoria que cambió el rumbo de las investigaciones futuras.

En la actualidad sabemos que los receptores reconocen cerca de 10.000 ligandos olorosos  y que los humanos poseen aproximadamente 900 genes para receptores olfatorios y que existen 300 receptores diferentes. Cada neurona olfatoria expresa sólo un gen, por lo tanto, un solo tipo de receptor, aunque una neurona olfatoria es capaz de reconocer múltiples odorantes.

Cuando entramos en contacto con un olor, o con moléculas de sustancias volátiles que se desplazan por el aire,  las células receptoras olfativas envían una señal a una parte del cerebro llamada bulbo olfatorio.

En los humanos, el neuroepitelio olfatorio se encuentra ubicado en la parte superior de cada fosa nasal. Son las neuronas sensoriales olfatorias las que reciben el estímulo oloroso y dirigen una única dendrita a la superficie del neuroepitelio, donde se encuentran los receptores.

bulbo

Hay diferentes tipos de receptores, cada uno de los cuales se enfocan en un pequeño subconjunto de olores.  Diferentes microrregiones del bulbo olfatorio se especializan en diferentes olores.  Esta es la estructura  responsable de interpretar las señales que percibimos como olores.

El bulbo olfatorio y sus conexiones

El  bulbo olfatorio va de la nariz hasta la base del cerebro y tiene conexiones directas con la amígdala (emociones) y con el hipocampo (memoria y cognición).

La  estrecha conexión física entre estas áreas cerebrales puede explicar por qué el cerebro aprende a asociar los olores con ciertos recuerdos emocionales.

Muchos de estos recuerdos impulsados por olores (y sabores) provienen de la temprana infancia (3 – 4 años de edad)  porque son los años en que se experimentan la mayoría de los olores por primera vez.

El recuerdo proustiano

A veces se experimenta el olor, otras lo pensamos o imaginamos.

Aquellas cosas que rememoramos voluntariamente funcionan a partir del mismo proceso que aquellas que rescatamos de manera involuntaria, como lo es el llamado «recuerdo proustiano».

La única diferencia es que creamos la «señal» nosotros mismos al pensar en algo o al imaginarlo. Una vez que el patrón de actividad cerebral correspondiente a esa señal está presente, ocurre el mismo tipo de proceso, sin importar si la «señal» proviene de afuera o de adentro.

Las neuronas de los consumidores de marihuana reciben menos oxígeno.