Inicio / Acerca De  / Personas mayores, derechos mayores

Personas mayores, derechos mayores

discriminacion vejez

Este grupo etario, más vulnerable ante el coronavirus, también debe enfrentar ahora la discriminación por su edad y las barreras para acceder a la asistencia

Es importante recordar que el distanciamiento social es solo cuestión de espacio, pero es más importante asegurarse de que no conduzca a la desconexión social. Las personas mayores enfrentan múltiples riesgos en la pandemia de Covid-19. La discriminación por edad y las barreras para acceder a una asistencia presentan nuevos desafíos, debilitan sus derechos y les quita tiempo.

Desde el derecho de la vejez

Personas mayores, derechos mayores, nos dice desde Buenos Aires, María Isolina Dabove, profesora e Investigadora del Conicet (UBA) y directora de la Maestría en Derecho de la Vejez (UNC). Dabove considera que esta circunstancia desnuda las miradas sociales negativas sobre el envejecimiento y la ancianidad y hace referencia a Robert Buttler, quien las denominó “prácticas viejistas”, para caracterizarlas como conductas adoptadas en base a perspectivas prejuiciosas que asocian vejez con enfermedad, inutilidad, carga social.

Y así lo explica: “En todo el mundo, se fueron adoptando medidas y políticas bajo la consigna de garantizar los cuidados de los mayores, pero se ha hecho con enfoques que en nada respetan la capacidad para decidir y ejercer los derechos por sí mismos, de ser oídos y de tomar decisiones en materia de salud, establecer directivas anticipadas y en actos de autoprotección respecto de su vida y patrimonio”.

Consultada sobre las instituciones que albergan adultos mayores, responde: “No se han puesto en marcha programas y protocolos de actuación en las residencias gerontológicas que sean eficaces para evitar los contagios masivos a los que se exponen sus residentes. No hay apoyo para la compra de los insumos necesarios para preservar a los mayores y al personal que los asiste. No se garantizaron los estudios médicos que identifican la enfermedad en personas asintomáticas que trabajan o se vinculan con la institución. Solo se sostuvo la política del encierro y aislamiento, sin contemplar mecanismos que hagan posible mantener la comunicación afectiva”.

Para Dabove, los viejismos también aparecen cada vez que se asocia de manera acrítica y jurídicamente incorrecta a las residencias gerontológicas con establecimiento de salud o, lo que es peor, con psiquiátricos y sus residentes, personas con discapacidad mental. “En Argentina, y en el resto del mundo, las residencias son instituciones sociosanitarias, cuyo fin es cuidar y no curar”.

Desde la bioética

“El abordaje institucional y social debe contextualizarse en el marco de un prisma polifacético”, continúa. Una razón fundamental conduce a reconocer como eje medular el concepto de integralidad de los derechos humanos. “La expresión del derecho real se sustenta en las diferencias y similitudes que nos caracterizan”, señala Miras. Para la experta, el objetivo central radica en analizar la importancia de vincular estos derechos con los comportamientos que se plasman en el transcurso de la vida junto a los valores éticos que los regulan, entre los que menciona: justicia, libertad, respeto, responsabilidad, integralidad y equidad.

Miras cita a Zygmunt Bauman, cuando al introducir el concepto de “soledad masificada”, conceptualiza que la dependencia que genera el ruido ininterrumpido de la sociedad actual profundiza el vacío producido por la equivocada tendencia a la generalización.

 En cuanto a los cuidados en materia de salud pública, orientados a sostener una mejor calidad de vida y una adecuada conexión social, Miras sostiene que son cruciales. Los estándares de cuidados de los adultos mayores en el estado de contingencia “contemplan un conjunto de herramientas que debemos observar y que deben provenir de fuentes idóneas, desde la interdisciplinariedad y la transparencia”.

Al igual que Dabove, Miras rescata las guías específicas destinadas a este grupo etario, sobre las que “hay una inobservancia por parte de los que lideran las acciones recomendadas con una frecuencia inaceptable”.

Transmitir los mensajes adecuados, para evitar malas interpretaciones, junto con disposiciones racionales fortalece una convivencia equilibrada entre tan exacerbada sensibilidad social: “Es necesario mitigar la soledad amenazadora y dolorosa, acrecentada por el olvido y la falta de aprendizaje de habilidades interactivas que impiden mantener conexiones virtuales”.

Desde el psicoanálisis

Rosa Yurevich, psicoanalista y miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, introduce otra variable: “Es necesario el tiempo”. El tiempo es una variable presente desde el nacimiento. Sin embargo, “es sólo cuando toca algún límite, para cada uno distinto, que se produce una contracción del mismo y se entiende su plus de valor”, introduce Yurevich. La pandemia ha puesto sobre el tapete ese plus de valor, principalmente para los de más de 65 años. “Tiempo para vivir, tiempo para morir. Es una elección del humano. Nos autorizamos en nosotros mismos, somos autosuficientes, la eliminación o reducción de los derechos ganados nos conducen a un fenómeno de segregación”.

El distanciamiento es físico, no social. Y es precisamente el social al cual “el de 65 no le es posible resignar porque es su valoración del tiempo, ya sabe, está viendo que queda muy poco hilo en el carretel”.

Ya me sobrará tiempo para descansar cuando me muera, pero esta eventualidad no está todavía en mis proyectos (Gabriel García Márquez)

Cerebros fugados, cerebros recuperados

 

El texto original de este artículo fue publicado el 31/05/2020 en la edicion impresa de La Voz del Interior